Elaborado por Victor Zubizarreta, Esmeralda Rosell y David Gonzalez.

El COVID-19 nos ha cambiado, ha modificado nuestra  forma de vivir y de actuar en el día a día, pero también ha tenido consecuencias en nuestra salud psicológica. Una de las consecuencias que puede ocasionar enfrentarse a una situación traumática es el Trastorno de Estrés Postraumático (En adelante TEPT). Este trastorno se caracteriza entre otros síntomas por pensamientos intrusivos, alteración del sueño, evitación de situaciones relacionadas con los hechos, hipervigilancia, elevados niveles de ansiedad y falta de expresión de emociones positivas entre otros. Este cuadro clínico se presenta tanto en población adulta como en población infantil y juvenil. 

Debido a la situación actual que estamos viviendo, las frustraciones y el miedo pueden acumularse y ocasionar TEPT y otras posibles secuelas en la infancia y adolescencia. Además, existen una serie de escenarios añadidos a la crisis y pánico causado por el COVID-19 que pueden aumentar notablemente nuestro nivel de malestar.

Algunas de estas situaciones son:  

  • Confinamiento,
  • Gestión de teletrabajo y deberes on line
  • Amenaza de contagio
  • Miedo a enfermar
  • Situación económica familiar complicada 
  • Hospitalización o muerte de un ser querido sin poder despedirse de ellos. 

A estos escenarios también habría que añadir otros que pueden sumarse como sucesos estresantes menores (discusiones familiares, perder o romper cosas, fallos de conexión de internet por saturaciones de red, etc.) y otros sucesos estresantes mayores, como por ejemplo divorcio, pérdida de trabajo, violencia de género, etc.

Según indica UTCCB (Unidad de Crisis de Barcelona de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona), ante un hecho traumático, tanto en la población adulta como en la infantil, un 65% se recuperará sin secuelas y un 35 % desarrollará TEPT agudo o crónico,  así que publicamos este post con algunas orientaciones preventivas del TEPT.

¿Es lo mismo sufrimiento que trauma?

A pesar de que en varias ocasiones nos los encontramos como sinónimos, la respuesta es no. 

Cuando atravesamos una situación complicada, a la que nunca nos habíamos enfrentado antes y no tenemos suficiente información aparece una sensación de incertidumbre y miedo. Es en este punto donde si gestionamos y trabajamos la expresión y gestión emocional podemos contribuir a dicha prevención del TEPT. 

El malestar en este tipo de situaciones es habitual y puede manifestarse de diferentes formas. Esta respuesta es natural y requiere de un periodo de tiempo para que nos adaptemos a la situación actual. El objetivo no es evitar este sufrimiento, sino gestionarlo para prevenir el posterior trauma. El trauma aparece cuando no se regulan y expresan estas emociones y se cronifican en el tiempo causando un malestar significativo en la persona. Las personas que desarrollan un trauma perciben falta de control y una ausencia de habilidades para gestionar la situación, es ahí donde es fundamental intentar gestionar esas emociones que generan malestar. 

¿Qué podemos hacer los padres, madres y cuidadores?

Observar que las reacciones emocionales de nuestro/a hijo/a no duren más allá de 4 semanas y que esas reacciones emocionales no modifiquen demasiado las otras áreas de su vida: Alimentación, sueño, higiene, salud, etc. 

Posiblemente con el paso del tiempo estas emociones irán perdiendo fuerza y serán más moderadas. Para que esto ocurra, podemos apoyar y guiar a los menores.  A continuación os presentamos una serie de pautas para prevenir la aparición del TEPT:

Podemos diferenciar tres momentos diferentes en los que intervenir: Observar, escuchar y conectar. 

Observar→ Es la primera de todas las fases, consiste en identificar aquellas conductas o situaciones que vemos que han cambiado y calmarlas en la medida de lo posible. 

  • Calmar la sobreactivación de ira, miedo o tristeza en caso de que las emociones sean excesivas en intensidad y/o duración. Para ello validar la expresión emocional, dejar un espacio para poder expresarse y no intentar evitar el lloro o el enfado. Es sano y natural que un niño o niña  llore o se enfade. 
  • Con la adolescencia debemos evitar discusiones eternas o subir el tono de las posibles confrontaciones. Para esto, recomendamos anticiparse a los momentos de tensión y acordar algún gesto que indique que debemos parar y retomar más adelante si hay una excesiva tensión.
  • La conciencia plena o mindfulness es una buena manera de pararse para poder observar lo que ocurre.  Puede ser de gran ayuda en estos momentos de estrés agudo. 

Escuchar→ Es necesario saber lo que nos están diciendo las niñas y los niños, darles la oportunidad de expresarse e informarles sobre lo que está ocurriendo.  

  • Animarle a hablar pero sin obligarle. Aunque no quieran hablar, es importante que sepan que los padres y madres estamos disponibles. 
  • Si nos preguntan, dar explicaciones simples, fáciles y breves sobre lo que está ocurriendo adaptando el vocabulario a su edad. Para ello existen recursos más atractivos y que nos pueden resultar de gran ayuda como cuentos, vídeos o imágenes. 
  • Practicar la escucha activa. Esto significa escuchar más allá de lo que se ve a primera vista. Escuchar lo que se dice, lo que no se dice, la forma de decirlo, escuchar las emociones, etc. La Furia y la ira (Jorge Bucay, 1997) es una buena forma de comprender lo que significa la escucha activa.

Conectar→ Una vez que hemos observado y calmado y les hemos explicado la situación, llega el momento de que conecten con sus emociones y puedan gestionarlas.

  • Animar a la niña o al niño a dibujar y/o jugar acerca de lo ocurrido.
  • Fomentar el buen humor, vida social, familiar y de nuevas rutinas. Se puede enriquecer la vida emocional familiar con un diario familiar, un cuaderno común donde cada miembro de la familia escribe cada día cómo se ha sentido. 
  • Centrarse en el presente y en nuestra zona de influencia. En lo que podemos hacer nosotros y que esté a nuestro alcance.
  • Para conectar con las/los adolescentes es necesario validar sus emociones y reconocer su derecho a sentir, rabia, tristeza, impotencia, etc. 
  • No debemos tener miedo a expresar nuestras emociones con ellos de una forma controlada. Nuestra expresión de emociones es una buena forma de enseñar con el ejemplo.
  • En la adolescencia, es posible que conecten mejor con sus amistades que con sus padres y/o madres. Es conveniente fomentar el trato con sus iguales y aceptar que pueden conectar mejor que nosotros.
  • Permitirle participar en los rituales de despedida de sus seres queridos. En estos momentos debemos adaptarnos a la situación y podemos hacer alguna ceremonia en casa o algún encuentro telemático con familiares cercanos para hacer despedida de la persona fallecida.  El hecho de hacer un acto de despedida puede ayudar a elaborar mejor el duelo.

Esperamos que estas orientaciones os animen a superar este reto emocional familiar. 

Además de nuestro servicio de atención  #ieiecontigoencasa, también os ofrecemos para el alumnado, profesorado y padres, madres y cuidadores los siguientes servicios para hacer frente a las dificultades con COVID19:

  • Interesantes webinar para grupos reducidos
  • Talleres de educación emocional
  • Coaching educativo familiar con análisis DISC incluido.

Consúltanos a info@ie-inteligenciaemocional.com

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