Realizado por: Inés Gómez, Núria Codony, Paula Viejo, Yolanda Quesada y Hugo Toribio.

El concepto de inteligencia emocional se ha ido acuñando a lo largo del tiempo, como parte de la  propia evolución de teorías e investigaciones, pero no fue hasta la divulgación del libro  “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman en los años 90,  basado en la recopilación e interpretación de diferentes artículos publicados por la  comunidad científica, cuando se comienza a difundir el término.

Algunos autores (Bárbara Leuner, 1966; W. L. Payne, 1986) intentaron acercarse al término “Inteligencia Emocional” sin mucha repercusión, aunque realmente serán John D Mayer y Peter Salovey,  los que definan el concepto de Inteligencia Emocional (1990, 1993, 1997) tal como lo conocemos en la actualidad: “La capacidad para percibir, valorar y expresar las emociones con exactitud; la capacidad para acceder y generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la capacidad para entender la emoción y el conocimiento emocional y la capacidad para regular las emociones y promover el crecimiento emocional e intelectual” (Mayer y Salovey, 1997).

Desde entonces han sido numerosas las aproximaciones teóricas,  los modelos y estudios empíricos que tratan de desarrollar el ámbito de Inteligencia Emocional (Bar-On 1997, Cooper y Sawaf, 1997; Shapiro, 1997; Gottman, 1997; Goleman, 1998; Mayer, Caruso y Salovey, 2000; Saarni, 2000; Salovey, Woolery y Mayer, 2001; Bisquerra y Pérez, 2003; Petrides, Frederickson y Furnham, 2004). 

Anteriormente a estos autores, todas las definiciones sobre inteligencia, se refieren  a las  capacidades  que posee un individuo, en comparación con otra persona,  medidas a través de test u otras pruebas psicométricas para la resolución de problemas o consecución de  metas y aquello que tiene que ver con la parte social y emocional no ha sido ni definido ni medido (Lee Cronbach, 1960).

 Diferentes estudios científicos  demuestran la evidencia  de que las emociones son tan importantes como los procesos cognitivos; la capacidad de procesar e incorporar la información para la regulación emocional y las emociones pueden facilitar o bloquear estos procesos,  los dos son necesarios para la adaptación al medio.

La Regulación Emocional se refiere a la parte del proceso más  compleja de todas; esto es, a la habilidad para manejar nuestras reacciones emocionales, recopilando la información según nuestra forma de reaccionar sin exagerar o reprimir las emociones.

Ejemplo: te puedes enfadar porque han traspasado tus  límites y sentir el impulso de responder violentamente o bien, realizar un ejercicio de autorregulación, mantener la calma, reevaluando la situación y respondiendo de forma adaptativa. 

Aspectos relevantes de la regulación emocional como proceso:

-Percepción de la propia eficacia de regulación.

-Conocimiento de los estados emocionales y expresión de emociones como hemos podido ver en otro post previo

– Etiquetaje  y conocimiento de las  funciones de adaptación de cada emoción.

-Emplear estrategias que alivien los estados displacenteros y mantener los placenteros.

-Evaluación de las  estrategias de regulación en cada ocasión según  aprendizaje de experiencias anteriores.

Las estrategias más efectivas de manejo de los estados emocionales:

Cuidarnos a nosotros mismos, practicar ejercicio físico, dedicar más tiempo a la familia y amistades, combinándolo con alguna técnica de relajación. 

Mindfulness, atención o conciencia plena, prestar atención a los pensamientos, las emociones, las sensaciones corporales y ambientales sin juzgar ni rechazar la propia experiencia.

Autorregulación emocional, basada en técnicas cognitivas, reflexionar sobre los pensamientos y sustituirlos por otros más realistas y productivos, dedica tiempo a tus motivaciones personales.  

Aceptación de nuestros propios estados emocionales sin evitarles o reprimirlos, extrayendo información de los mismos de manera que nos sirva de aprendizaje. 

Para finalizar, y como resumen general, recordemos que nuestras emociones siempre traen un mensaje, tenemos que preguntarnos qué nos quieren decir, para ello, tendremos que atenderlas, reconocerlas e identificarlas para poder hacer un manejo adaptativo de ellas.

 “La inteligencia emocional no es lo contrario de la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza. Es la única intersección de ambas”  David Caruso.

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